Los robos siempre han sido algo endémico en este pueblo, es algo que no tiene remedio, como se suele decir, no eres de Tordera si nunca te han robado. En mi familia tenemos nuestra experiencia particular, a los pocos meses de estar viviendo en Tordera, a mi madre, que ya tenía setenta y cuatro años, y era ciega de un ojo, le robaron el monedero y la documentación en un supermercado del pueblo, y lo hicieron mientras había pagado en la caja, y estaba colocando los productos comprados en el carro de la compra. Nadie de la gente miserable que hacía cola quiso decir quién le robó el monedero, ni siquiera la hija de puta de la cajera.
Nadie se escapa de los timos en el cambio que te dan en los bares, restaurantes o tiendas,o en el mercado dominical, ya sea con monedas o billetes falsos, o devolviendo el cambio de una manera equivocada, siempre a favor del comercio.
De los últimos tipos de robo de última generación, hay uno que me hace reír, por lo cómico, mas propio de las grandes urbes que de este pueblo pequeñito y atrasado. En este sentido ya empieza a normalizarse.
El robo o los robos son así: En el mercado dominical, lleno de gente, en las zona o zonas donde se aglutinan grupos de turistas extranjeros, que son los que llevan las carteras mas abultadas. Entre medio de esa multitud, de repente un señor mayor se siente desvanecer, y se tira al suelo, los turistas consternados, miran de ayudarlo. De repente llega un hombre de mediana edad, vestido con traje gris con cuello de sacerdote, se acerca autoritario y con acento sudamericano dice: " Paso, déjenme paso que soy sacerdote ". Los turistas no lo entienden muy bien, pero lo dejan acercarse al hombre tendido en el suelo.
El sacerdote, saca una biblia pequeña y un rosario, musita alguna oración ininteligible, que mas bien parece una extremaunción, le dice algo al hombre y le da unas palmadas en la cara. Como por milagro divino el hombre parece recuperarse del desmayo y empieza a abrir los ojos, musita algo. El sacerdote, con un tono entre santurrón y autoritario, le hace levantar y andar unos pasos. A esos pasos les siguen otros pasos, y ambos, sacerdote y resucitado desaparecen entre la multitud......, y a los turistas también les desaparecen " por obra divina " sus carteras, algún bolso o algún monedero femenino.
Y cuando los turistas se dan cuenta de que han sido robados,la banda de manguis ya se ha repartido el botín.
Otro de los robos que me han llamado la atención, tiene mas de perro, de rata cobarde y traidora. Es la altura moral de su autor, que en este caso es un profesor o monitor de yoga y cosas parecidas. La mayoría de sus alumnas son mujeres ya mayores, que les interesa el yoga tanto como la cultura babilónica. Este buen maestro de yoga, las hace estarse tumbadas en el suelo, las dice que respiren profundo y se relajen, y las deja al menos quince o veinte minutos ahí tiradas. Él aprovecha para salir unos minutos, va a la habitación que hace de vestidor, y pega un repaso a los bolsos de sus queridas alumnas. Saca pequeñas cantidades de sus monederos, diez, veinte, cuarenta, y como mucho cincuenta euros. Pero como esto lo hace varias veces al mes, se saca un sobresueldo, mas que nada para los pequeños caprichos.
Llegó el día en que las alumnas hablando entre ellas, se dieron cuenta de que estaban siendo robadas, y llegaron a la justa conclusión de que el autor de los robos o hurtos no era otro que el santo maestro de yoga. Hubo un día en que se atrevieron a encararse con él. Él lo negó todo, pero para " eliminar suspicacias " se avenía a dar dinero a la alumna que creyera que él le había robado. Al final no pagó nada a nadie, perdió varias alumnas y la posibilidad de seguir robando. Pero el muy cabrón da clases en otros pueblos, y es de suponer que en esos pueblos también robará a sus alumnas.
De esto hay otra versión muy parecida, y es que también en los gimnasios del lugar, desaparece dinero de los bolsos y carteras que los socios dejan en las taquillas. Siempre hay ratas dispuestas a robar a sus colegas.
Hay otro robo que sucedió hace algo menos de un mes. Fue en un bar de comidas que hay enfrente de mi casa, un auténtico nido de víboras.
Una mujer de cincuenta y tantos años, desconocida en el lugar entró en ese bar. Pidió un café, los empleados del bar, pusieron reparos en servírselo porque le dijeron que aquello era un bar de comidas, ya era cerca de la una, y estaban preparando los menús. La mujer insistió de una manera un tanto chusca y descarada, al parecer los empleados no se lo esperaban y accedieron de mala manera a servirle el café, de cuya consumición solo tendrían un beneficio de un euro. De los pocos parroquianos que había en el bar de comidas, uno de ellos, una auténtica rata que conoce muchas cloacas, entabló conversación con la mujer, y poco a poco le fue sacando información. La mujer era de una población lindante con Barcelona, y había ido a Tordera para interesarse por el alquiler de alguna vivienda económica, y tenía algún familiar lejano en el pueblo. La mujer mas bien se veía pobretona y vulgar, habiendo llegado a Tordera en tren, y después subió andando los casi dos kilómetros de distancia.
En estas que la mujer, salió afuera del bar para fumar un cigarrillo, mientras tanto ya estaban empezando a llegar los clientes habituales, que comen en este bar porque los precios ahora son económicos, eso sí, a costa de comer raciones muy escasas y mal cocinadas, pero es que no pueden ir a otro lugar mejor.
La mujer forastera, volvió a entrar en el bar, pero esta vez fue al lavabo, habiendo dejando antes su bolso en el respaldo de una silla que había cerca del lavabo. Y cuando salió del lavabo ¡¡ AAhhhh !! le había desaparecido el bolso. La mujer se puso muy roja, y se puso a gritar inquiriendo a los presentes por su bolso, pero nadie sabía nada del bolso. El local es lo bastante grande para que cualquiera hubiera visto quien cogía el bolso de la mujer, los clientes aún eran pocos y el bolso estuvo a la vista de todos.
La mujer se dio cuenta de que aquellos hijos de puta, practicaban la ley de la Omertá, la ley del silencio, y ya daba por perdido su bolso. Se encaró con los camareros, que de mala manera le dijeron que ellos no sabían nada, que les dejase en paz. La mujer amenazó con llamar a la policía. Al parecer el teléfono móvil lo llevaba siempre consigo, y por lo visto también tenía algo de dinero suelto en su abrigo.
Un cliente del bar, un hombre mayor que quizás se compadeció de la mujer, le dijo que la comisaria de la policía local estaba a pocas calles de allí, y le indicó como llegar.
La mujer salió abatida del nido de víboras, y ya no volvió más. No se sabe si hizo la denuncia ante la policía local o ante otro cuerpo de seguridad.
Por lo que se comenta en el pueblo, la mujer en el bolso apenas tenía treinta euros, una tarjeta de débito de la Caixa y algunas fotos de su familia, aparte de pequeños objetos banales e inútiles para los ladrones.
Días después del robo, el bolso y algunas de las baratijas que contenía, estaban esparcidas por el suelo, muy cerca del bar de comidas donde se cometió el robo.
Desde aquí felicito a las ratas ladronas por la eficacia y rentabilidad de sus ladrocinios. Y al resto de compinches que callan ante la infamia de estos canallas, lo mismo:
MIS MAS SINCERAS FELICITACIONES POR SER TAN PERROS Y
PERRAS.
Link de interés.
Admin.
Nadie se escapa de los timos en el cambio que te dan en los bares, restaurantes o tiendas,o en el mercado dominical, ya sea con monedas o billetes falsos, o devolviendo el cambio de una manera equivocada, siempre a favor del comercio.
De los últimos tipos de robo de última generación, hay uno que me hace reír, por lo cómico, mas propio de las grandes urbes que de este pueblo pequeñito y atrasado. En este sentido ya empieza a normalizarse.
El robo o los robos son así: En el mercado dominical, lleno de gente, en las zona o zonas donde se aglutinan grupos de turistas extranjeros, que son los que llevan las carteras mas abultadas. Entre medio de esa multitud, de repente un señor mayor se siente desvanecer, y se tira al suelo, los turistas consternados, miran de ayudarlo. De repente llega un hombre de mediana edad, vestido con traje gris con cuello de sacerdote, se acerca autoritario y con acento sudamericano dice: " Paso, déjenme paso que soy sacerdote ". Los turistas no lo entienden muy bien, pero lo dejan acercarse al hombre tendido en el suelo.
El sacerdote, saca una biblia pequeña y un rosario, musita alguna oración ininteligible, que mas bien parece una extremaunción, le dice algo al hombre y le da unas palmadas en la cara. Como por milagro divino el hombre parece recuperarse del desmayo y empieza a abrir los ojos, musita algo. El sacerdote, con un tono entre santurrón y autoritario, le hace levantar y andar unos pasos. A esos pasos les siguen otros pasos, y ambos, sacerdote y resucitado desaparecen entre la multitud......, y a los turistas también les desaparecen " por obra divina " sus carteras, algún bolso o algún monedero femenino.
Y cuando los turistas se dan cuenta de que han sido robados,la banda de manguis ya se ha repartido el botín.
Otro de los robos que me han llamado la atención, tiene mas de perro, de rata cobarde y traidora. Es la altura moral de su autor, que en este caso es un profesor o monitor de yoga y cosas parecidas. La mayoría de sus alumnas son mujeres ya mayores, que les interesa el yoga tanto como la cultura babilónica. Este buen maestro de yoga, las hace estarse tumbadas en el suelo, las dice que respiren profundo y se relajen, y las deja al menos quince o veinte minutos ahí tiradas. Él aprovecha para salir unos minutos, va a la habitación que hace de vestidor, y pega un repaso a los bolsos de sus queridas alumnas. Saca pequeñas cantidades de sus monederos, diez, veinte, cuarenta, y como mucho cincuenta euros. Pero como esto lo hace varias veces al mes, se saca un sobresueldo, mas que nada para los pequeños caprichos.
Llegó el día en que las alumnas hablando entre ellas, se dieron cuenta de que estaban siendo robadas, y llegaron a la justa conclusión de que el autor de los robos o hurtos no era otro que el santo maestro de yoga. Hubo un día en que se atrevieron a encararse con él. Él lo negó todo, pero para " eliminar suspicacias " se avenía a dar dinero a la alumna que creyera que él le había robado. Al final no pagó nada a nadie, perdió varias alumnas y la posibilidad de seguir robando. Pero el muy cabrón da clases en otros pueblos, y es de suponer que en esos pueblos también robará a sus alumnas.
De esto hay otra versión muy parecida, y es que también en los gimnasios del lugar, desaparece dinero de los bolsos y carteras que los socios dejan en las taquillas. Siempre hay ratas dispuestas a robar a sus colegas.
Hay otro robo que sucedió hace algo menos de un mes. Fue en un bar de comidas que hay enfrente de mi casa, un auténtico nido de víboras.
Una mujer de cincuenta y tantos años, desconocida en el lugar entró en ese bar. Pidió un café, los empleados del bar, pusieron reparos en servírselo porque le dijeron que aquello era un bar de comidas, ya era cerca de la una, y estaban preparando los menús. La mujer insistió de una manera un tanto chusca y descarada, al parecer los empleados no se lo esperaban y accedieron de mala manera a servirle el café, de cuya consumición solo tendrían un beneficio de un euro. De los pocos parroquianos que había en el bar de comidas, uno de ellos, una auténtica rata que conoce muchas cloacas, entabló conversación con la mujer, y poco a poco le fue sacando información. La mujer era de una población lindante con Barcelona, y había ido a Tordera para interesarse por el alquiler de alguna vivienda económica, y tenía algún familiar lejano en el pueblo. La mujer mas bien se veía pobretona y vulgar, habiendo llegado a Tordera en tren, y después subió andando los casi dos kilómetros de distancia.
En estas que la mujer, salió afuera del bar para fumar un cigarrillo, mientras tanto ya estaban empezando a llegar los clientes habituales, que comen en este bar porque los precios ahora son económicos, eso sí, a costa de comer raciones muy escasas y mal cocinadas, pero es que no pueden ir a otro lugar mejor.
La mujer forastera, volvió a entrar en el bar, pero esta vez fue al lavabo, habiendo dejando antes su bolso en el respaldo de una silla que había cerca del lavabo. Y cuando salió del lavabo ¡¡ AAhhhh !! le había desaparecido el bolso. La mujer se puso muy roja, y se puso a gritar inquiriendo a los presentes por su bolso, pero nadie sabía nada del bolso. El local es lo bastante grande para que cualquiera hubiera visto quien cogía el bolso de la mujer, los clientes aún eran pocos y el bolso estuvo a la vista de todos.
La mujer se dio cuenta de que aquellos hijos de puta, practicaban la ley de la Omertá, la ley del silencio, y ya daba por perdido su bolso. Se encaró con los camareros, que de mala manera le dijeron que ellos no sabían nada, que les dejase en paz. La mujer amenazó con llamar a la policía. Al parecer el teléfono móvil lo llevaba siempre consigo, y por lo visto también tenía algo de dinero suelto en su abrigo.
Un cliente del bar, un hombre mayor que quizás se compadeció de la mujer, le dijo que la comisaria de la policía local estaba a pocas calles de allí, y le indicó como llegar.
La mujer salió abatida del nido de víboras, y ya no volvió más. No se sabe si hizo la denuncia ante la policía local o ante otro cuerpo de seguridad.
Por lo que se comenta en el pueblo, la mujer en el bolso apenas tenía treinta euros, una tarjeta de débito de la Caixa y algunas fotos de su familia, aparte de pequeños objetos banales e inútiles para los ladrones.
Días después del robo, el bolso y algunas de las baratijas que contenía, estaban esparcidas por el suelo, muy cerca del bar de comidas donde se cometió el robo.
Desde aquí felicito a las ratas ladronas por la eficacia y rentabilidad de sus ladrocinios. Y al resto de compinches que callan ante la infamia de estos canallas, lo mismo:
MIS MAS SINCERAS FELICITACIONES POR SER TAN PERROS Y
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